jueves, 16 de octubre de 2008

Desterritorializar el corazón: Amor libre lesbo feminista

Por Leonor Silvestri (edición: marian pessah)



"Cuando me separé, después de una relación de 6 años súper hermética, y aunque en el medio tuve otros amores menos opresivos, la conozco a Clarisse, y empezamos a estar juntas; hasta estar con ella nunca imaginé que yo fuera Esto que soy hoy. No sé cómo pasó, pero comenzamos a charlar acerca de la fidelidad, a medida que nuestro afecto crecía, yo le dije que no sabía qué era ser fiel o infiel y que a aquel tipo de la relación de antes no quería volver porque reprimí muchas veces lo que sentía. Desde que estoy con Clari no he estado nunca con tantas mujeres, y nunca he amado a alguien tanto como la amo a ella, porque con ella descubrí la libertad.” Así relata marian pessah, activista lesbofeminista argentina por las relaciones abiertas y el amor libre, la apertura de su actual relación con la activista feminista brasilera Clarisse Castilhos, con quien hace 4 años vive en Puerto Alegre. Si bien es cierto que las lesbianas, en la mayoría de los casos, viven sus relaciones afectivas mucho más endogámicamente que las mujeres heterosexuales, manteniendo el afecto y los lazos con sus ex parejas, también es cierto que no se llega al grado de liberalidad sexual de los gays en cuanto al deseo como da cuenta la ausencia de lugares lésbicos donde mantener sexo grupal como por ejemplo saunas, la escasez de porno específico para mujeres hecho por mujeres o cualquier otro elemento de la parafernalia sexual que los varones gays conocen y frecuentan (darkrooms, teteras, túneles, etc). Incluso relativamente pocas logran deshacer el deseo de amor romántico, rococó y almibarado, propio del imaginario heterosexual al estilo familia Ingalls que organiza la sexualidad de las heterosexuales en relación a la reproducción: un amor eterno, monogámico y fiel hasta que la muerte las separe a través del cual se debe acceder a la felicidad y trascendencia totales para poder al fin comer un bicho emplumado llamado perdiz. O peor, en pos de deconstruir el supuesto modelo hegemónico heterosexual donde el varón mantiene todo tipo de infidelidades y dobles vidas, y la mujer se conserva única para su varón, un mundo aparentemente plagado de hipocresía donde la mujer es poco menos un objeto pasivo, el mundo lesbofeminista construye una férrea moral de sororidad acética y aséptica donde es muy difícil levantar temperatura corporal y mantener la calentura en el tiempo o transgredir los discursos disciplinarios de la sexualidad de las mujeres en general. En ese escenario, ¿qué lesbiana o mujer bisexual podría negar que generalmente fantasea tanto con tener relaciones en simultáneo con varias personas o incluso sexo grupal, como anhela una relación larga duradera y armoniosa? Y, ¿cuántas son las que logran tener otras prácticas sexuales y afectivas, u otras formas de relacionarse sexualmente, más o menos cotidiana como hace marian pessah? La anarquista Emma Goldman a principio del siglo pasado afirmaba que el amor no puede ser sino libre, que el amor muere con el matrimonio, y que si por algún misterio sobrevive tras casarse, no es debido al matrimonio, sino más bien pese a él. Claro que Emma se refería a las parejas heterosexuales en una época donde era virtualmente imposible que una mujer, o incluso un varón, evadieran su responsabilidad cívica y social de contraer nupcias e ingresar, de ese modo, al sistema de producción y reproducción del capitalismo al cual la anarco-feminista se oponía. De todas maneras, Goldman no hablaba de relaciones no monogámicas no heterosexuales. Este dato que por cuestiones históricas no fue tratado por Goldman es el principal foco de interés de marian en sus talleres de concienciació n del amor libre para lesbianas y mujeres bisexuales “siempre dentro del marco del feminismo” que son su actividad principal dentro de la militancia lesbofeminista y su cara más visible. Su taller de relaciones abiertas en el encuentro de Lesbianas y Bisexuales de Rosario de este año fue el más concurrido, a pesar de que “el común denominador de las chicas que asistieron no siempre plantearon un lugar rupturista sino que venían a buscar una manera de manejar los cuernos, le cuento o no le cuento si me gusta esa mina o me gusta la otra. No van al punto de la cuestión de por qué hay que cerrar las relaciones. Les meten un cassette en la cabeza que te dice ´así tenés que pensar´ y lo repiten. Vinieron muchas muy perdidas que nunca habían escuchado hablar de nada de esto. Hay muchas que no son ni consientes que reprimen su deseo, ni siquiera piensan en su deseo.”, cuenta marian que ya había llevado adelante un taller similar, donde las mujeres pudiera conocer este tema, comentarlo con afines y pares, interiorizarse y debatir sobre experiencias comunes en el Encuentro Lésbico Feminista de América Latina y el Caribe que tuvo lugar en México durante el 2004, junto a su amiga Ochy Curiel -una lesbiana feminista afrodescendiente que vivió en Buenos Aires. “Una tarde charlando sobre nuestras experiencias comunes sentimos la necesidad de abrir las puertas de nuestras casas para ver qué pasaba. Los talleres son útiles porque sirven por un lado como denuncia y visibilizació n, aunque no se llegue a profundizar, y por el otro para nunca perder de vista la cuestión política de esta manera de relacionarse abiertamente. Las mujeres se enamoran de la libertad pero lo primero que quieren es la seguridad, que no existe, e intentan repetir el modelo de ´no seré feliz pero tengo marido´ pero con una mujer, quieren seguridad y se olvidan de que las parejas cerradas también corren riesgos de que mañana esa historia tampoco continúe. Por eso, hay que escribir y difundir. Muchas me dicen ´si los brazos de tu Clari abrazan a otra mujer´, bueno son sus brazos no los míos y no me pertenecen.” marian y Clarisse cumplen con una serie de acuerdos territoriales, que marian se apura en destacar que se tratan de sus acuerdos personales pero que “de ningún modo son una receta para mantener una relación abierta”: por ejemplo, en la ciudad donde conviven, no mantienen relaciones con otras personas ni tampoco se flirtea o se coquetea con otras mujeres cuando están juntas en un mismo lugar, - salir juntas no es para ellas la oportunidad de conocer a otras personas-. marian asevera con vehemencia: “A mi me gustan las mujeres, ¿por qué tendrían que dejar de gustarme?, hay una a la que amo profundamente, pero no es la única que me gusta. Yo le pongo palabras al deseo, no tengo solo deseo por esa única mujer a la que debería jurarle amor eterno, tenemos una relación hablada, Clarisse me dice si un día nos separamos vos seguís viviendo acá, juntas, nuestro amor va más allá del sexual, que de todas formas existe, que nos une. Una chica en un taller me contó ´Si yo estoy con alguien y otra me calienta, dejo esa relación y comienzo una nueva´, uniendo siempre sexo con pareja. Yo creo en el sexo sin amor porque también esta el mito de que nosotras no nos calentamos: nosotras queremos coger y somos sexuales, queremos tener sexo salvaje. Siempre que haya mutuo acuerdo y cuidado, esta todo bien. Si una mujer quiere latigar a otra ¿por qué no? Todo lo que sea mutuamente consensuado, todo lo que sea placer consensuado forma parte de esto. Por otra parte, las relaciones abiertas no son una pareja, porque en cuanto pensás o decís “pareja” es dos, es algo cerrado. En cambio, las relaciones abiertas son muchas personas que van y viene. La pareja, como nos enseña Jules Falquet, es un doloroso problema.”, dirá sin ningún atisbo de nostalgia de esa idea de sacrificio por el amor que tan bien nos han inculcado pero con una contradicción de jerarquías que no logra resolver, según sus palabras. De todas formas, su razonamiento es simple para que cualquiera puedo entenderlo, y de él se puede desprender un mayor grado de complejidad que permite concebir a la pareja, aunque sea una pareja que se elige mutua y libremente sin estar no estatalmente bendecida – como pensaba Emma Goldman debía ser el vínculo entre dos seres humanos que se aman-, como una institución en sí misma que presupone siempre que lo más deseable es no estar sola, tener a alguien, y no poner esa relación nunca en riesgo incluso en desmedro del deseo. Asimismo, la pregunta que emerge espontáneamente no es por qué las lesbianas y bisexuales necesitan abrir su sexualidad e intercambio afectivo con otras mujeres, y “disolver” sus parejas sino “por qué hace falta cerrar las relaciones, esa es la imposición, porque la pareja reproduce un modelo económico de esta sociedad que necesita organizarnos. Cuando algunas chicas asustadas me dicen ´Adónde vamos a llegar´ con voz de miedo, yo les cambio el énfasis y muy entusiasmada les digo `Adónde iremos a llegar ` porque yo soy de la idea de que solo se puede descubrir desde el amor y desde la libertad”, comenta ávida. Para esta activista las relaciones abiertas no son una cuestión romántica o sentimental, sino de “desterrar el sistema”. El amor libre, que en la concepción de pessah no se distingue de las relaciones abiertas, es radical, pero “radical desde la raíz, desde la profundidad”, explica, “te plantea armar núcleos afectivos nuevos, no familias alternativas que, en mi opinión, continúan con el peso fuerte de la familia tradicional. El tema de las relaciones abiertas cuesta porque es meterse con los cimientos, con las bases, y no queda nada en pie, tocás la familia, la religión, el patriarcado, tus padres, y la economía. Los vínculos deberían ser vueltos a inventar, no traer modelos sino generar nuevas referencias”. En cuanto a las jerarquías o relación primaria y secundaria, marian afirma que “el medio predispone y arma; si viviéramos de otra manera, en contacto con la naturaleza, donde pudiéramos vivir en comunidades quizás todo se resolvería”. Tal vez, esa organización utópica comunal le permitiría a pessah resolver el tema de los rangos que se arman naturalmente en relaciones abiertas donde una persona determinada es preferida por sobre todas las demás, como pasa en el caso de la propia marian con su amada Clarisse, es decir como Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, otro de los modelos de pessah, una célula de afinidad de dos a la cual siempre se retorna. Para lograr estas nuevas formas de organización afectiva sin jerarquías, si es que eso es posible, marian sueña con un escenario digno de una utopía revolucionaria, bucólico y cuasi mítico, propio de una reversión idealizada de amazonas hippies antibélicas (comunas rurales de mujeres -sin revisación médica, es decir “cualquiera que se reivindique mujer independientemente de su anatomía”, aunque paradójicamente el lugar fuerte de inserción de pessah son espacios vedados a otras expresiones de género, que no sean lesbianas o mujeres bisexuales, entendiendo por mujer, lo que la biología marca como tal al momento de nacer-) donde prime el consenso y las decisiones se tomen de forma asamblearia, y donde todo sea de todas (“si existe la propiedad privada, se necesita una herencia, y herederos, vivo el amor libre como una forma comenzar a desterritorializar en el propio cuerpo la propiedad privada.”) y donde “cada una tenga su cuarto propio con baño”. No es justo exigirle todas las soluciones a quién detecta un malestar y busca formas de oponérsele y resistirlo, pero cómo se llega hasta ese mundo ideal, cómo se reproducirán los seres humanos en las comunidades, o qué pasa con aquellas que desean continuar manteniendo relaciones por fuera de la comunidad o con varones, o simplemente, desean mantener células de afinidad de dos. De todas formas, el sueño de marian fue probado parcialmente, con varios aciertos y desaciertos, por 200 anarquistas genoveses que de 1890 a 1894 vivieron en comunidad en la colonia Cecilia en Brasil, aunque, nuevamente se trató de un proyecto heterosexual… y donde lo que faltaban eran mujeres por lo cual las pocas que había eran compartidas entre varios, con el supuesto beneplácito de las partenaires. Y ¿qué pasa con todas esas mujeres que juran y perjuran estar donde quieren, que lo que les ocurre ahora es lo que eligieron y desean: la monogamia con una sola mujer para toda la vida? Solange tiene 33 años, siempre fue lesbiana, y participó del taller en Rosario, “por curiosidad”, ella no vive su monogamia como un “malestar”, sino como una elección: “Me gusta la monogamia, disfruto mucho poder recorrer un camino sin límites con la persona que elijo estar. No por un tema de captura o clausura, sino porque siento como si menos fuera más. Las veces que estuve con otra mujer dentro de la relación me sentí bastante mal al respecto. Si estoy con alguien muy en serio y se me cruza otra persona, quizás preferiría tomarme un tiempo de esta pareja y probar antes que ser infiel aunque no siempre se puede manejar de esto.” Solange tácitamente planta la duda: ¿Acaso todas las fantasías son para ser vividas? Sin embargo, el enfriamiento sexual de las parejas simbióticas y el riesgo de la desexualizació n de las relaciones íntimas entre mujeres en pos de no ser “infieles”, de no “traicionarse”, como supuestamente hacen los varones con sus parejas, es frecuente en las charlas entre amigas y principal motivo de ruptura entre parejas de mujeres que se convierten en mejores amigas. Por otra parte, Tatiana, amiga de pessah con la que mantuvieron una relación por un corto tiempo, en el pasado, cuando marian todavía se refería a la persona amada como “novia” dice con un poco de vergüenza: “Yo no practico el amor libre porque soy una cagona, con ninguna pareja lo planteé. Soy muy celosa, no sé si me la bancaria”. Su problema remite a los planteos de Emile Armand, un antiguo anarco-individualis ta y el mayor propulsor de la camaradería amorosa o relaciones abiertas dentro del anarquismo. Según su planteo el amor puede también consistir en querer, por encima de todo, la dicha de quien se ama, hallar alegría en la realización al máximo de la personalidad del objeto amado, la trascendencia propia se logra en la trascendencia de los demás, y la libertad crece con la libertad de las otras personas, en todos los terrenos. “Este razonamiento, en quienes lo alimentan”, agrega Armand, “termina casi siempre por curar los celos sentimentales, porque en el amor como en todo lo demás solo es la abundancia lo que aniquila los celos y la envidia”. Tatiana agrega no del todo convencida “yo no los he podido deconstruir; si bien yo sé que es completamente cultural mi construcción monogámica de pareja, cuando yo conozco una chica me enamoro de esa chica, no quiero otra cosa más que estar con esa chica. Me cuesta compartir a la mujer que amo, pero sí puedo pensar una relación de tres con alguien que no sea mi pareja. En una relación muy larga me he enamorado de otras mujeres, y maté ese amor, no planteé estemos todas. A lo mejor hoy lo probaría porque la realidad es que la pasión dentro de mis parejas monogámicas siempre terminó por apagarse.” “Los celos son miedo, miedo a las fantasías”, improvisa pessah una respuesta psi para su amiga, y prosigue “Los celos se deconstruyen en la cancha. A mi me gusta otra persona, pero te sigo queriendo, y no quiero elegir.” Del mismo modo, otro de los grandes obstáculos de las relaciones abiertas es el control autoimpuesto propio de nuestras sociedades donde nos censuramos sin que nadie ejerza coerción, “El policía que llevamos dentro”, dirá marian, con respecto al lugar común que se resume en la frase “me da miedo perderla”, propia de la extorsión afectiva real o imaginaria de la compañera o amante. Por eso, pessah sostiene la importancia de abrir las relaciones desde el principio vinculando políticamente “deseo y sexualidad” para que “el sistema no se meta en el cuerpo”. Esta exploración de las relaciones abiertas y todas las práctica sexuales allí contenidas y usualmente reprimidas no significa experimentar una suerte de goces en secreto y volver a casa incólume a fingir que nada ha pasado, ni convencerse con la sexóloga Alessandra Rampolla de que “todo es normal”, sino más bien lo contrario. Tampoco se trata de emular el clave lésbica los pactos swinger que refuerzan la idea de pareja, un dos indisoluble donde las mujeres suelen ser utilizadas como moneda de cambio para acceder a nuevos bienes, es decir otras mujeres y donde los juegos eróticos entre ellas están enfocados al calentamiento del compañero solamente. Se trata más bien de relaciones impensadas que se proponen reordenamientos sociales subversivos y rebeldes, y también contradictorios y en permanente experimentació n, que tal vez ya se estén intentando, aquí ahora, placenteros, felices, y amenazadores contra la moral normativizadora que se da en el interior de la comunidad misma, y reproduce los modelos de reorganizació n del sexo de la familia tradicional burguesa heterosexual. Contra las clasificaciones autoritarias que hasta ahora han dictado qué es el sexo y cuáles son sus formas de organización en especial en las mujeres, intensificació n de los placeres, nuevos modos de amar, nuevas relaciones eróticas que resistan el disciplinamiento de la sexualidad e incrementen los goces para intervenir corporalmente sobre la realidad y transformarla; una resistencia a la productividad heteronormativa que se priva de vidas amatorias más excitantes, más extremas, más enriquecedoras.

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